Estoy leyendo.
Una letra salta, así, como volando de la página 3 94 a la 3 95.
Paso mi mano con la palma hacia arriba rozando la página 3 95 con los dedos, como limpiando.
Miro fijo la 3 95, buscando una V, no porque volar se escriba con V sino porque tiene un diseño aerodinámico para el vuelo.
Como tiene forma de búmeran podría haber vuelto a la 3 94 y eso no sucedió. La descarto.
Tampoco una I, con su aerodinámica hubiese volado velozmente en linea recta y la letra que vi volar planeo, haciendo un rulo, como los aviones de acrobacia.
No alcancé a distinguirla cuando cayó en la 3 95, entre tantas letras la perdí de vista.
Una O hubiese planeado pero no creo que pueda hacer un rulo, a lo sumo quizá una curva como los discos esos que se tiran en la playa.
No conozco de aeronáutica, ni técnicas de sustentamiento, ni de piruetas. No podré deducir que letra voló.
El vuelo fue en fracciones de segundos, igual que este pensamiento ridículo sobre la aerodinámica de las letras mientras sigo con la vista fija en la 3 95.
Cuando me doy cuenta que no la puedo encontrar rápido clavo la vista en la 3 94 pensando que seguro encontraré el hueco que dejó la letra al salir volando.
Recorro toda la superficie. También hay muchos espacios entre las palabras, no es tan fácil como pensaba.
Ahora estoy con los ojos clavados en la 3 94.
Sé que falta una letra, hay un hueco, sigo pensando estúpidamente en la aerodinámica descartando letras.
Después de unos segundos desde que la letra levantó vuelo y aterrizó, al mirar fijo, no puedo evitar que se me nuble la vista.
Todas las letras de la 3 94 y la 3 95 se mueven.
El cerebro se desconecta.
Me cuesta mirar el libro.
Aparecen otras imágenes, el cerebro vuelve a conectarse con el libro que queda como fondo de esas imágenes que nada tienen que ver con el vuelo de la letra.
Pestañeo y los ojos se me llenan de lágrimas, la vista me arde, cierro con fuerza los ojos, me los refriego con los nudillos mientras me respaldo en la silla como mirando el cielo raso.
Apoyo los antebrazos sobre la mesa al mismo tiempo que abro los ojos y veo el libro cerrado.
Pensé en las páginas enfrentadas, en que no hay espacio, en que el libro no se puede abrir solo, en que las letras no se sienten observadas y se van a agrupar, en palabras, en oraciones, en párrafos.
Quizá no vuelen no por la falta de espacio sino porque le tienen miedo a la oscuridad.
Se pueden juntar en orden alfabético, en mayúsculas, minúsculas, vocales, consonantes, por verbos, sustantivos, adjetivos, no sé.
En la oscuridad pueden hacer cualquier cosa, supongo, inclusive quedarse dónde están por miedo a juntarse con las que no corresponden y ser un sin sentido, como por ejemplo, pensar en la aerodinámica de las letras.
Apagué la luz, me fui a dormir.
A la mañana, seguí por la 3 96, en el margen escribí con lápiz: las letras solas no vuelan.