Más poemas que quedaron del viaje

Shine on you crazy drunkard
keep talking
run like hell
coming back to life
high hopes
breathe
on the run
us and them
sostengamos el pulso
hasta que
(sin roger)
el viaje termine.

----------- O -----------

En la carpa
entre rutinis y boscas
cenamos
johnnie
esperaba su turno

pinky cacho no se preocupen
no necesitamos nada.

----------- O -----------

Gente
no vimos rendirse a los ingleses
ni vamos
ni seguimos
ganando
no vamos a atacar
tampoco hay dramáticas fotos de la batalla final
sólo somos
nono pipo tony y hugo
caminando por las islas
esto último
tampoco lo informará
kasanzew.

----------- O -----------

Cuando me senté
sobre una piedra
me acordé del culo
de mario benjamín
calentando el sillón de gobernator
leopoldo fortunato
le decía
aguante
hasta las últimas consecuencias
mario benjamín no aguantó
mejor
me paro
y me rindo.

----------- O -----------

Maderas
que se cruzan
blancas
cruces blancas
ante los ojos
que miran
el reflejo
sobre el granito
entre los cruzados caminos
blancos de piedras
que cortan el verde
donde se cruzan
los pasos
de los que no cruzaron.

----------- O -----------

Como el hombre de vitruvio
sobre el wirelles ridge
mirando al cielo
con la panza llena
sin frío
sin arquitectos de la muerte
sin estacas.

----------- O -----------

Cuenta la historia
que la noche del 12 de junio
los ingleses
aplazaron el ataque 24 horas
una decisión acertada
debían prepararse
el wirelles ridge estaba ocupado
por tropas de elite
es decir
el nono pipo tony y huguito
en posición fetal
contra las piedras.

Shut the door

¿Por qué volví? ¿Para qué? ¿Qué vine a buscar? ¿A cerrar una historia? ¿Quién fui? ¿Quién soy? ¿Qué es patria? ¿Me interesan las islas? ¿Y Dios?
Cuántas preguntas antes de un viaje. Quizá nunca encuentre la exacta.
Mientras, la poesía.
De todas las que uno puede hacerse buscando un justificativo para volver a las Islas viene el dicho de “volví a cerrar la historia”.
¿Cerrar una historia? Todo un verso. Podés cerrar una puerta, una ventana, un vestido, un saco, una bragueta, la boca, la mano, transformándola en puño para cerrar un ojo o dos, en fin, podés cerrar muchas cosas. ¿Pero una historia?.
Una historia termina. O no.
Sospecho que esta termina como comenzó, con la muerte.
No me gusta hablar de Malvinas, prefiero hablar de la guerra. No importa dónde suceda, es lo mismo. Lugar común: la estupidez tan grande y vieja como el mundo, no aprendemos, volvemos a matarnos en nombre de algún dios, de la patria o de ambos. Claro que detrás de ese dios y de esa patria siempre hay un negocio.
Volví a las islas a cerciorarme que la guerra había terminado y que el negocio está funcionando.
Caminé por los mismos lugares, nadie me disparó, tampoco bombardeaban. Dormí en medio del campo. Fui desarmado y sin militares, no tuve miedo. La guerra terminó.
Ví la base militar de Mont Pleasant. El negocio está funcionando. Pensé en el agua y me reí de la soberanía.
¿Cerrar la historia? Por favor!
Ésta historia terminará sólo para mi, con la tapa del cajón o con la puerta del horno.
Claro, otro deberá cerrar la historia.

Un Viaje, unas fotos, una canción...unos poemas




Entre el moody brook y el wirelles ridge
nos sentamos sobre el río de piedras
Johnnie nos hacía mirar el cielo
cuando se clavaba en nuestras sonrisas
Si quieren venir que vengan
hay whisky para todos.

----------- O -----------

Caminamos con el nono pipo y tony
por la ross road hasta el globe
nos sentamos a beber
festejando estar vivos
“Curly” y el viejo Mike
ya estaban bebiendo
no sabíamos por qué
nosotros no speak english
ellos no hablan español
nos juntó una foto
bebimos reimos y nos abrazamos
estaban por el mismo motivo
El alcohol es el idioma universal
ebria la gente se entiende.

----------- O -----------

La cajera chilena del super
sólo me hablaba en inglés
no quería hablarme en castellano
yo no le podía hablar en inglés
ticket por medio nos entendimos
salí del super diciendo bye
me sentía como en casa
todos hablamos el mismo idioma
para no entendernos.

----------- O -----------

Happy brithday to you!
happy brithday to you!
cantaban el nono pipo y tony
festejando mi cumple fourty-seven
en casa de arlette betts
tomamos vino chileno
con la familia de james peck
comimos platos ingleses
Estaba con quien quería
donde quería
y como queríamos estar
vivos en port stanley
o como quieran llamarlo.

----------- O -----------

Jelou! chu güiskis
le decíamos con pipo
al negro barman del globe
oriundo de santa elena
zri ais! señalando el vaso
Brindamos
y salud! apuntando al negro
que nos sonrió amablemente
Del techo colgaba
la bandera de gales con su dragón
que ya no escupe fuego.

----------- O -----------

Llegamos a mont pleasant
el sabado 11 de abril
la idea tomar las islas
Mentimos con éxito
en la Prohibited/Restricted goods declaration
Una vez instalados en el pueblo
comenzamos a producirles bajas
perdimos la cuenta
Fue sólo la noche entre el 15 y 16 de abril
a orillas del murrell
que sufrimos cinco bajas
dos rutini, dos bosca y un johnnie.
Con sed de venganza volvimos al pueblo
a multiplicar las bajas de los primeros días
Tomamos las Islas
for una week fueron nuestras.

----------- O -----------

Me senté sobre la turba
entre los restos de la bolsa de morir
contra mi piedra
(la que nunca se fue)
a mi espalda el nono pipo y tony
reían y bebían
bebían y reían
miré el moody brook
y como en la noche del 13 de junio
volví a susurrar

vienen los ingleses…cambio
vienen los ingleses…cambio

pero nada cambió

Seguro que el cobarde subteniente de la peña
sigue en silencio

cambio.

----------- O -----------

Aquí no hay árboles
un pino crece
al lado de una casa
es parte de ese hogar
no de un bosque

Aquí no hay árboles

Aquí no tiene sentido el otoño.

----------- O -----------

El estrecho san carlos
separa las islas
el estrecho cerebro
separa los países
el estrecho respeto
separa la gente
el estrecho entendimiento
me parte al medio
Tolosa
we have a problem!

----------- O -----------

Entró el pequeño jack
a la habitación donde
estábamos mareando a johnnie
hablamos de colores y banderas
los niños y los borrachos no mienten
cuando se fue
se dio vuelta y gritó
this one!
apretando la camiseta del manchester.

----------- O -----------

En la barra del globe
entre los kelpers
john smith y johnnie
imponen el clima
sospecho que este lugar
es mejor que la onu.

Un día de confort

Habían pasado más de 45 días, cuando a mediados de abril llegaron a esas posiciones, entre las grandes y blancas piedras que sobresalían de una elevación a orillas del río Murrell, ese era su hogar, esperaban. Desde allí podían ver el pueblo, y todos los montes a su alrededor cuando el día estaba despejado. Al sur el monte Moody Brook, detrás de él el Tumbledown. Al suroeste el monte Londong. Al oeste el Wireless Ridge, más allá el Two Sister y el Kent. No son muy altos, parecen una foto de un mar muy verde con pochoclos flotando en enormes olas. Había sido un hermoso paisaje. Lo que fue paisaje ahora es un campo de batalla. Llevaban 23 días de bombardéos. Eran sólo 13 soldados, un grupo de avanzada, el resto de la sección estaba cuatro mil metros detrás de ellos sobre el Moody Brook, también esperando. El miedo iba siendo inversamente proporcional a la cantidad de bombas. A veces, estando lejos de las posiciones, las escuchaban silbar sin previo aviso y cuando eso sucedía se arrojaban de panza al piso, cerraban los ojos y esperaban la explosión, el resto era una cuestión de azar. Cuando sonaba el alerta roja se acostaban en el piso boca arriba y trataban de divisar el avión que bombardeaba. Siempre una cuestión de azar. Sólo esperaban.
“Maidanaaa!!!” Gritaba uno de los cinco, que habían visto desde lejos cuando bajaban del Wirelles Ridge hacia el Murrell.
“Qué pasa, Encinas??”
“Me manda el Teniente 1º Calvo a relevarte a vos y a cuatro de tus milicos para que puedan ir un día al pueblo”.
“Rubén, Carlos, Gustavo, Hugo prepárense que salimos para el pueblo hasta mañana” Gritó el Cabo 1º Maidana, y después acotó “No lleven mucho peso”.
Los soldados comenzaron a prepararse. En el correaje sólo cuatro cargadores y la caramañola llena, el FAL con otro cargador, con el que llegaban a cien municiones de 7,62 mm cada uno, dos FM-K5, unas granadas españolas de cuerpo plástico que eran mucho más livianas que las FM-K2 con cuerpo de fundición, en los bolsillos laterales del dubet, los puchos, la cajita de Ranchera y en vez del casco, el “panoca”.
Salieron temprano para llegar al pueblo antes de que oscurezca. Los días en las islas son muy cortos, amanece a las nueve y el sol se pone a las dieciocho treinta. Tenían que caminar diez kilómetros sobre ese suelo medio pantanoso por la turba, pisar entre las piedras, soportar las ráfagas de viento, que a veces llegaban a los ochenta kilómetros, la constante llovizna, el frío, subir y bajar el Moody Brook. Además, el bombardeo.
“Ya tengo todas las patas mojadas, no le erré ni a un puto charco y todavía no hicimos ni la mitad de camino”.
“No te preocupes, si se te congelan ahora vienen unas patas ortopédicas buenísimas”.
“Andá a cagar pelotudo”.
“Hablando de cagar, aguántenme que me hecho un cago”.
Se sentaron un rato sobre las piedras, fumaron y planeaban cambiar cigarrillos por comida en el hospital del pueblo. Hacía varios días que no se veían ovejas. La comida escaseaba. Comenzaba el hambre. Comida, bombas, comer...siempre una cuestión de azar.
“Uf, que frío!!! Boludo, me peló el culo”
Siguieron la caminata, cruzaron el Moody Brook, pasaron por el cuartel de los Royal Marines, luego por la planta de agua y comenzaron a caminar sobre el camino asfaltado que llevaba al pueblo, costeando la bahía. Se cruzaban con otras caras, distintas, nuevas, de soldados que no estaban tan sucios ni flacos como ellos. Ya estaban cerca.
Jeeps que iban y venían, soldados parados sobre el camino y algunos helicópteros Bell UH-1H sobre lo que parecía una cancha de golf. Todo estaba muy tranquilo. Alerta roja. Por instinto comenzaron a mirar hacia arriba buscando divisar el avión, esperaban los silbidos pero sólo escucharon explosiones a lo lejos. Todo es cuestión de azar. Cuando bajaron la vista estaban solos sobre el camino.
“Qué hacen tagarnas ahí parados? Milicos de mierda!!! No escucharon el alerta!!!” Gritaba como loco un sargento que salía de su pozo zorro, entre el resto que iba apareciendo de a poco desde sus posiciones.
“Nos hablás a nosotros?” Le preguntó el Cabo 1º Maidana mirando a sus soldados que comenzaron a reír
“Milicos de mierda de dónde carajo son?” Les gritaba el Sargento con cara desencajada a las espaldas de los soldados que siguieron camino al pueblo.
Llegaron. Al lado, en un terreno una enorme carpa verde con cruces rojas sobre círculos blancos pintadas sobre el techo y sus laterales se comunicaba con el hospital. Había heridos hasta en los pasillos. Varios amigos y conocidos, la mayoría esperando que los lleven al continente. Los vuelos de los Hércules eran cada vez menos.
Pasaron largas horas con los heridos, charlando con algunos y acompañando a otros, muriendo también un poco. Ellos lo sabían, todo es cuestión de azar.
“Las duchas dónde están?” Preguntó el Cabo 1º Maidana.
“Por este pasillo al fondo” Respondío sin mirarlo un milico que paso caminando, casi corriendo, con el uniforme y los guantes de latex llenos de sangre.
Caminaron entre los heridos hacia la ducha, sentían culpa de poder caminar. Ya no podían sostenerles las miradas.
“Qué te pasa?” Preguntó, Gustavo
“Mirá boludo!! Eso soy yo. No me conocí el cuerpo” Dijo Hugo mirando su fantasma en el espejo.
“Estamos todos echos mierda”.
Después de bañarse y afeitarse se pusieron la misma ropa que llevaban puesta desde hacía un mes y medio y se acostaron a dormir en un pasillo entre los heridos. El cansancio y el hospital pudieron más que el hambre y los planes de canjear cigarrillos por comida.
A la mañana siguiente emprendieron el regreso a sus posiciones. Sabían que cuanto más se alejaban del pueblo más difícil se volvía mantenerse vivo.
El camino de regreso fue tranquilo, sin bombardeos. Pararon a almorzar en una cocina de campaña cerca de la planta de agua, pero sólo pudieron conseguir unas latas de viandadas, que comieron sentados contra unas de las paredes del cuartel de los Royal Marines antes de llegar a sus posiciones.
Cuando llegaron, los que habían ido a relevarlos ya estaban preparados para irse.
“Cabezón, me falta un kilo de leche en polvo!!!” Le grito Hugo al Cabo 1º Maidana sacando la cabeza de su posición.
“A mi me faltan unas barras de chocolate!!” Gritaba Rubén desde el otro lado de las piedras.
“Pará Encinas!! Quedate ahí nomás” Le gritó el Cabo 1º Maidana mientras corría con otro soldado en su dirección.
“Que tus milicos abran las bolsas de rancho” Dijo Maidana
“No..eh…dejá…eh…acá están las cosas…eh….seguro que las metí en la bolsa sin darme…” Ahí terminó la frase de Encinas con la leche y los chocolates volando por el aire cuando Maidana le pegó una piña en el medio de la trompa que lo dejo acostado en el piso. El soldado que estaba con Maidana tiró de la corredera del FAL metiendo una munición en la recámara, apoyó el caño sobre el cuello del Cabo Encinas y su dedo índice presionó la cola del disparador al límite justo antes de percutar.
“Dejá Hugo, no lo mates y vos rajá de acá hijo de puta” Dijo Maidana apoyando su mano sobre el hombro del soldado que dando un paso atrás levantó el FAL.
El cabo Encinas se levantó como pudo y se fue en silencio, con la sangre chorreando de su naríz y la aureola de meo en la entrepierna de la bombacha. Los soldados lo siguieron a unos pasos de distancia. El grupo de avanzada quedó en su posición, en su hogar, después del día de confort. Esperando.

De tolosa a malvinas y viceversa

¡Yo hago pareja con El Tanooooo!!! Uno siempre buscaba al más rápido para jugar a la mancha de a dos... o al más compinche; las otras parejas eran: Osvaldo y Norber, Luisito y el Colo, Marroco y Pocho, Cartucho y Ale, Bianchi y Bovino y otras que hoy no recuerdo.
Corríamos todo el recreo y todos los recreos, así quedábamos, los pelos largos y mojados, algún que otro botón menos en el guardapolvo y las rodillas lastimadas cuando las gastábamos, en una caída, contra las grises baldosas irregulares del patio. El final del juego lo marcaba “La Tula”, cuando hacía sonar la campana y... ¡Todos al aulaaaa!!! Ahí sí, íbamos caminando, no teníamos ningún apuro, nos esperaba “La Pirula” con sus problemas de regla de tres simple, que no eran tan simples y para nosotros eran realmente un problema.
Transcurría la década del ‘70, teníamos 12 años, los pantalones oxford, los zapatos con plataforma, los malones, el winco a full con Sandro, Roberto Carlos, los longplays de Música en Libertad y el de colores de Alta Tensión, Viendo a Biondi...“Patapúfete ¡Que fenómeno este tiiiipo!”... Ultraman, Titanes en el Ring...”¡Con el cortito, Martín!”... No sabíamos qué pasaba, pero intuíamos que algo no estaba bien por ahí, cerca.
El último grado de la primaria, éramos los más grandes de la escuela, sobre el guardapolvo usábamos una enorme corbata celeste con letras negras. “Egresados ‘74”. Era una sensación medio extraña, la alegría de terminar la escuela primaria y la tristeza porque nos dejaríamos de ver entre quienes habíamos convivido siete hermosos años en la Escuela Nº 79, José María Bustillo de Tolosa. “La 79”.
Ya tenía claro que quería ser cuando fuera grande, me quería dedicar a la electrónica, así que me anoté para rendir el examen de ingreso en la E.N.E.T. Nº1 Albert Thomas. Ese primer día en el Thomas, un hall inmenso lleno de pibes, con caritas de miedo, el nerviosismo del examen, el saco, la corbata, todos en silencio, el miedo a lo desconocido. Y ya no importaba el resultado, quería rendir el examen cuanto antes, quería que terminara, me transpiraban las manos, me costaba tragar saliva y me dolía la panza.
A la semana siguiente el resultado, los listados del transparente, ahí estaba, mi nombre, una línea de puntos y en el otro extremo ¡¡un 7,50!! ¡Que alegría! Ya era alumno del industrial.
Primer día de clase, nuevamente ese inmenso hall lleno de pibes, esta vez todos más tranquilos. Comienzan a distribuirnos por divisiones, segunda división es la que me asignan, vamos apareciendo uno a uno en el aula, ocupando los bancos. Cuando entro ya no quedaban muchos por ocupar, todas caras nuevas. El aula completa y entra el preceptor, comienza a pasar lista… ¡El Tano! Enseguida lo busqué con la vista, él ya me había visto porque ya estaba en el aula cuando yo entré. Qué bueno fue encontrarnos, habíamos compartido muchos años en “La 79” y se nos dio para seguir juntos, sabíamos que íbamos a ir a la misma escuela, pero eran como doce divisiones de primer año, así que la posibilidad que nos tocara juntos era poco probable... pero no imposible.
Año 1975, primer año del industrial, las caminatas por calle 1, las marchas a Plaza San Martín por el boleto secundario. Año ’76, las rateadas, el bar Don Julio, los licuados de banana con sacramentos, la diagonal setenta y nueve hasta el Santa Margarita para ir a buscar a alguna chica a la salida, siempre y cuando las monjas no nos corrieran, las primeras novias, Sui Generis, Manal, Pescado Rabioso, los jeans color crudo, las camisas floreadas, el golpe de estado. Comenzaban los años nefastos, la dictadura, los desaparecidos, el miedo. Comenzábamos a no entender qué estaba pasando. No sabemos, no sabemos qué está sucediendo.
Así llegamos a 1977, terminaba el ciclo básico y había que elegir la especialidad, nuevamente me separaba de El Tano, él quería ser técnico electricista, yo técnico electrónico y en el Thomas no estaba la especialidad, así que debía cambiarme de Escuela.
Me inscribí en la E.E.T. Nº3 Fray Luis Beltran de Los Hornos, única Escuela Técnica de la zona que tenía la especialidad de electrónica.
Año 1978, ciclo superior de la carrera, Argentina Campeón del mundo, el barrio de Los Hornos, otras chicas, los bailes de Teleclub, Queen, Pink Floyd, Deep Purple, Supertramp, otros desaparecidos, los argentinos somos derechos y humanos, todo el día fuera de casa, desde Tolosa a Los Hornos no había tiempo de volver a almorzar.
Un poco de sacrificio, pero me gustaba, estaba cómodo en la escuela y en el barrio, que recorría a diario entre turno y turno. Con el tiempo uno iba conociendo gente y haciendo amigos en la zona.
Llegaba el final de la carrera, último año del industrial, 1980 y se venía el sorteo de la clase ’62 para la colimba. Recuerdo esa mañana, todos con las radios a todo volumen para escuchar el sorteo, los profes no nos daban clase, estaban expectantes como nosotros, nos acompañaban, sufrían a la par nuestra, hasta que llegó mi turno, ¡¡número de ordeeen!!! Setecientos cuarenta y dos - siete, cuatro, dos; ¡¡sorteoooo!!!! Setecientos cinco; siete, cero, cincoooo.... Uffffff!!! Qué golpe, con ese número no zafaba, candidato seguro a hacer la colimba en el ’81.
Año 1980, me recibí de Técnico en electrónica, ya me había asegurado ser soldadito del Ejercito en el ’81.
Antes de hacer la colimba, quería dar el examen de ingreso a la facultad de Ingeniería, así que me esperaba el verano del ’81 con los libros de matemática y física y el curso de ingreso. Y nuevamente se cruzaron nuestros caminos, me vuelvo a encontrar con El Tano en la U.T.N., él había tomado la misma decisión, hacer el curso de ingreso y dar el examen para reservarse un banco en la facultad para después de la colimba. También lo habían sorteado y le había tocado en suerte ser soldadito del Ejército.
Llamado al Servicio de Conscripción, el 23 de marzo de 1981, Distrito Militar La Plata, Diagonal 78 esquina 10. Todos en fila según el número de la cédula de llamada y nos comenzaban a dar destino, el mío, Regimiento 7 de Infantería Mecanizado Coronel Conde. Tuve suerte (¿suerte?), me quedaba en La Plata, el regimiento estaba en 19 y 51 y como siempre, ya se nos había hecho costumbre, me encontré con El Tano. Fue increíble, otra vez juntos, mismo Regimiento, misma compañía, mismo grupo, éramos soldados. Qué bueno fue encontrarnos, habíamos compartido muchos años en “La 79” y se nos dio para seguir juntos, sabíamos que íbamos a ir a la misma colimba, pero eran muchos destinos, así que la posibilidad que nos tocara juntos era poco probable... pero no imposible.

Así pasamos la colimba, en la compañía de infantería “A”, Chacabuco. Otra vez juntos, la primaria, la secundaria, la facultad y ahora el servicio militar.
El Tano, mi amigo de la infancia, mi compinche, mi hermano del alma, siempre volvíamos a encontrarnos para compartir momentos importantes que marcarían nuestra vida.
Diciembre del ’81, la alegría y el festejo por la baja, ¡¡nuevamente civiles!! Nuestro camino, nuestros proyectos.
Año 1982, comencé a buscar laburo, algo que me aportara unos mangos para los gastos, mi viejo me había dicho que mientras estudiara me bancaba, pero bueno, uno a los dieciocho necesita unos pesitos extras, alguna pilcha, los bailes, la novia, la nafta, para cuando el viejo me largaba el auto.
Los viejos no tenían problemas en bancarme las salidas, pero a mí me daba vergüenza pedirles plata para esas cosas. Cuando yo nací, mi vieja dejó de laburar y mi viejo hacía todo un sacrificio para que en casa no faltara nada. Así fue que entré a trabajar a un depósito mayorista de artículos de limpieza, cerca de casa, de la siete de la mañana a las dos de la tarde. Luego, me quedaba un tiempito para almorzar y descansar antes de ir a la Facu, entraba a las seis. Nos encontrábamos con El Tano para ir juntos y después de la cursada nos íbamos al carrito “El pulpo” a comer unos sándwiches y tomar algo.
Todo parecía estar bien, seguía tomando decisiones, elegía que quería y qué me hacía feliz, mi novia, los amigos, mi laburo, el estudio. Me imaginaba un futuro y todos mis esfuerzos estaban enfocados hacia ese objetivo. Aunque la vida, siempre hace y deshace a su antojo, entonces suceden cosas, que nosotros no manejamos, ni elegimos, hasta nos excluyen de tomar decisiones, generando un cambio fundamental y eso fue lo que pasó.
2 de abril de 1982, tropas argentinas recuperan las Islas Malvinas.
Todo el País con banderas en las calles, una multitudinaria movilización en Plaza de Mayo, Galtieri en el balcón de la Rosada, “... Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”..., Las Malvinas Argentinas, ingleses go home, el mundo nos mira, todo una locura, algunos no entendíamos nada... todo una locura. Otra vez, no sabemos, nadie parece saber qué está sucediendo.
Unos días después, íbamos caminando con “Sanguchito”, un amigo del barrio de toda la vida, hacia mi casa. Mis viejos estaban en la puerta, sus caras me decían todo, ya me imaginaba de qué se trataba, con El Tano habíamos estado hablando del tema, la reincorporación de la clase ’62.
Mis viejos recibieron la Cédula de llamada, la reincorporación al servicio ya era un hecho, el motivo de la Cédula de llamada, la movilización, me tenía que presentar en el Regimiento 7 el día 9 de abril a las siete de la mañana, también decía: “Traer artículos de higiene y ropa de abrigo”... Otra vez era soldado, era algo que no me hacía feliz, eso, no lo había elegido, eso, no lo había decidido, eso, no estaba en mis planes.
A pesar de no estar de acuerdo, de sentir en la panza el no estar de acuerdo, a ninguno se nos cruzó por la cabeza no presentarse, no por el miedo a ser desertor, ni tampoco por un acto de patriotismo, sino que nuestra obligación era moral, para con nuestros compañeros, nuestros amigos. La mayoría éramos de ciudad de La Plata y nos conocíamos desde antes de la colimba ¿Cómo no nos íbamos a presentar? No podíamos fallarnos, más allá de las obligaciones y las Leyes del gobierno de facto, pasaba por una cuestión de amistad, de compañerismo.
Martes 13 de abril, la despedida de los familiares, dejábamos todo...TODO, nos esperaban Las Malvinas, nos esperaba la guerra, nos esperaban muchas cosas que nosotros no esperábamos.
Nuevamente El Tano, a mi lado, compartiendo una nueva historia en la historia de nuestras vidas que seguramente no iba a ser como las anteriores.
El 14 de abril, día de mi cumpleaños, llegamos a Malvinas, cumplía veinte, mi primer cumpleaños lejos de mi casa, de mis viejos, de mi familia, de mis amigos, lejos de la vida.
Al estar allá pensé en gritar como cuando estábamos en la primaria... “Yo hago pareja con El Tanooooo!!!. Uno siempre buscaba al más rápido para jugar a la mancha de a dos... o al más compinche”... Allá el juego no era la mancha de a dos, no era un juego.
Con El Tano, teníamos distintos roles de combate, él era apuntador de cañón, yo tirador, así que después de llegar nos separamos y no nos volvimos a ver.
Llegaron el hambre, el frío, los continuos bombardeos, la impotencia, la incertidumbre. Los compañeros y amigos por quienes habíamos ido comenzaban a caer y ser sólo pedazos de sus cuerpos. Y ya no importaba el resultado, quería rendir el examen cuanto antes, quería que terminara, me transpiraban las manos, me costaba tragar saliva y me dolía la panza. ¿Cuánto iba a durar la vida, cuánto iba a durar la muerte, cuánto iba a durar la guerra? Momentos interminables, noches infinitas y el deseo de que terminara, ya no importaba nada, no importaba cómo, sólo que terminara.
Estaba en un grupo de avanzada, nuestra misión era enviar información a nuestra sección que estaba unos tres mil metros detrás nuestro, pero la noche del 13 de junio, perdimos contacto, quedamos aislados.
Nos atacan, nos defendemos, comienza el fuego de armamento pesado, nos replegamos, la noche y la nieve ayudan a que no nos detecten, volvemos a nuestras posiciones, quedamos entre los dos fuegos, no entendemos nada, ni sabemos qué está sucediendo. Otra vez, no sabemos qué está sucediendo. Pero esta vez no hay duda, esta vez es con nosotros.
(En realidad las defensas de Monte Longdon y Wirelles Ridge habían cedido. Las tropas argentinas se venían replegando hacia Puerto Argentino, los ingleses avanzaban y nosotros, sin saberlo, quedamos detrás de las líneas inglesas.)
Comenzaba a amanecer, los bombardeos ya no eran tan intensos y los disparos de armas livianas espaciados. Desde nuestras posiciones comenzamos a ver el terreno: estaba irreconocible, hacía tres días que veníamos soportando un continuo bombardeo, no era el mismo, parecía que estábamos en otro lugar y los helicópteros ingleses ya sobrevolaban la zona.
Estábamos solos, ya no se escuchaban disparos, se veía movimiento de tropas y no eran las nuestras, éramos solamente trece soldados, solamente un grupo, ¿Qué hacemos? Tomamos la decisión entre todos: romper el armamento y entregarnos, pase lo que pase.
En la mañana del 14 de junio comenzamos a caminar hacia donde habíamos visto movimiento, debíamos caminar unos cuatro mil metros hacia una elevación después de pasar una bahía que se formaba por un codo del río Murrell. Así, los trece, desarmados, caminando en fila, dejando dos metros, más o menos, entre cada uno de nosotros, emprendimos la caminata, una caminata que no sabíamos como iba a terminar, no sabíamos si era nuestra última caminata por Malvinas o simplemente nuestra última caminata.
Llegamos al lugar dónde habíamos visto movimiento, no encontramos a nadie, mucho silencio, muy sospechoso, no era bueno lo que sucedía; de repente, cerrojos de fusiles y muchos gritos en inglés, comenzaron a salir soldados de atrás de las piedras, apuntándonos.
Cerré los ojos, esperaba los disparos, se me cruzaron un montón de imágenes, pensé en todo lo que había dejado, apreté los dientes y contuve la respiración... y nada, sólo se volvieron a escuchar más gritos en inglés, abrí los ojos, largué el aire,... ¡No dispararon! ¡Sigo vivo! Comencé a mirar las caras de los ingleses, ellos también se notaban cansados, ellos también querían que terminara. ¿Les importaba el resultado, querían rendir el examen cuanto antes, querían que terminara, les transpiraban las manos, les costaba tragar saliva y les dolía la panza? En ese momento supe que iba a regresar a casa.
Todos cuerpo a tierra, la cara contra la nieve, las manos en la nuca, no levanten la cabeza… traducía Gustavo, uno de nuestro grupo que entendía inglés. Nos iban revisando de a uno, nos hacían parar y nos palpaban; quise ver qué estaba sucediendo y levanté la cabeza, como respuesta recibí una patada, por suerte sobre el casco, igualmente quedé un poco aturdido, pero entendí el mensaje, ése no necesitó traducción. Después nos paramos y comenzamos a caminar hacia el monte Moody Brook, ahí se encontraba el grueso de la tropa inglesa.
Llegamos, hasta una enorme piedra donde se encontraban más prisioneros, nos indican que nos sentemos junto a ellos, me estoy acercando y uno levanta la vista, me mira a los ojos y sonríe, con una sonrisa que apenas podía disimular el dolor. Creo que ninguno de los dos podía creer ese encuentro, pero era real, estábamos ahí, sobreviviendo, nuevamente juntos, y esta historia nos encontró, como prisioneros de guerra. ¡El Tano estaba vivo!
Hacía veinte años que habíamos nacido en Tolosa y hoy hace veintisiete años que volvimos a nacer en Malvinas, y El Tano siempre estuvo, siempre está, en las buenas, en las malas. El Tano, mi amigo de la infancia, mi compinche, mi hermano del alma, al que me une una historia de las tantas compartidas, aunque ésta marcó por siempre.
...“Yo hago pareja con El Tanooooo!!!. Uno siempre buscaba al más rápido para jugar a la mancha de a dos... o al más compinche”...