Enemigos

Cuando lo vi, me tiré cuerpo a tierra. Arrastré la corredera hacia atrás y la solté rápido. Antes de que mi panza toque el piso un proyectil de 7,62 mm entró en la recámara del FAP. Abrí el bípode. Apoyé con fuerza la culata contra el hombro derecho. Cerré el ojo izquierdo, inclinando la cabeza hacia la derecha. La boca del cañón dibujó una perfecta línea recta cuando centré el guión con el alza que se interpuso entre su figura y el ojo que no pestañaba. Moví el dedo índice que tenía sobre el arco guardamonte con cuidado, apoyando la segunda falange sobre la cola del disparador. Sin respirar, lentamente, comencé a hacer presión para no perder la puntería y -¡Pum!- Dije, simulando el retroceso al correr el hombro hacia atrás. Por eso, él pudo seguir su camino más allá del Moody Brook. Sólo jugaba.

Fue la primera vez que lo vi pasar con su moto por la ladera oeste hacia el sur. Había escuchado de él, decían que era un kelper del pueblo. A mi me importaba muy poco quién era, qué hacía, a dónde iba, sólo me resultaba extraña la libertad con la que se movía.

-Hola, Pedro! Cómo estás?-
-Bien, loco, y vos?-
-Bien, bien, que alegría!-
-Cuántos años sin vernos!-
Me encontré con Pedro Smith dieciocho años después en la ciudad de La Plata. Vive en Venado Tuerto. Unos meses antes había estado en las Islas.
-¿Qué tal te fue, Pedro?-
-¡Uf! Una experiencia muy fuerte, pero me hizo bien-
El abuelo de Pedro había sido piloto de la RAF en la segunda guerra. Otro Smith, otra guerra, otro bando. Pedro hablaba perfectamente inglés. Me contó que fue a devolver el pullover que, durante la guerra, se había llevado de una casa abandonada que estaba cruzando el río. El dueño del pullover ya había muerto. En la casa vivía la hija con su familia, lo atendieron con indiferencia, dejó el pullover y se fue. También se hizo amigo de un kelper.

-Deja de pintar boludeces- Dijo el padre de Alejandra. Un viejo pro milico que vive en Belgrano.
-Te voy a organizar un viaje a nuestras Islas Malvinas para que pintes paisajes de nuestra Patria-
Así fue que Alejandra viajo a las islas. Allá se enteró que había un kelper que tenía un atelier y fue a conocerlo.
-Hola- Dijo Andy, cuando vio entrar a Alejandra. El idioma no era una barrera para ella, habla inglés. La sorprendió el saludo en castellano, aunque lo que más la impactó es que lo encontró tomando mate. Andy es hijo de padres separados, ambos quinta generación de kelpers. La madre hace años que está en pareja con un argentino que viajó a las islas por trabajo y se quedó. El padre, vive solo. Un flaco rubio tomando mate contra una ventana a través de la cual se veía la bahía y hablaba un castellano medio entrecortado es la imagen que guarda Alejandra de ese primer encuentro. La de Andy, es una rubia argentina que fue a verlo para hablar de pintura y compartir unos mates. A partir de ese momento, jamás se separaron.
-No te puedo creer!- Le dije a Pedro.
-Imaginate boludo, el viejo pro milico ese, manda a la hija a las islas para pintar paisajes de nuestra patria y se le casa con un kelper-

No sólo el viejo conservador del barrio de Belgrano ahora tiene un yerno kelper, sino también un nieto. Este hecho no le resultó tan desgraciado comparado con el anterior. Alex nació en un sanatorio de la Capital Federal. Además un nieto, es un nieto, más allá de todos los límites.
-Es genial, increíble-
-Esto no es nada.¿Si te digo que al padre de Andy lo conocemos?-
-No me jodas, pelotudo!-
-No te jodo, lo conocemos, es cierto-
-¿Te acordás el que iba y venía con su moto por el Moody Brook?-
-Si-
-Él era el padre de Andy-

Bernie Jones, era el jefe de la policía en 1982. En todos esos viajes en moto, hacía inteligencia. La última vez que salió del pueblo, los ingleses ya habían hecho cabecera de playa en bahía San Carlos y él se les unió para volver al pueblo combatiendo con sus tropas. Tenía toda la información que necesitaban.
Andy es algo así como la oveja negra en las islas. En sus pinturas siempre aparecen soldados argentinos. A la gran mayoría de la gente del pueblo no le gusta, pero son los recuerdos más nítidos que él tiene de la guerra, tenía sólo 12 años cuando de un día para otro se llenó la isla de argies. Además, su madre se casó con un argentino, él con una argentina y su hijo nació en Buenos Aires. El atenuante es que es hijo del único civil que combatió. Bernie Jones, el héroe del pueblo.

Laphonia House es la casa de Angee Cooper, habilitada para recibir turistas. Descendiente de los primeros pobladores, es una mujer influyente, aunque repudiada por algunos desde que comenzó a hospedar argentinos. El mismo día que llegamos estaban los Jones, ya había nacido Andrés, también en Buenos Aires. Pedro les había dicho que se iban a encontrar con nosotros. Desayunos, cenas, ruedas de mate, de vino, de whisky, mi cumple, noches en la taverna The Globe. Charlábamos de sus pinturas, ya había hecho algunas exposiciones en Buenos Aires y en La Plata, nosotros conocíamos su obra. Con Alex, que ya tenía diez años, hablamos de football, era hincha del Manchester.
Una tarde que estábamos en el living de la casa, llegó Andy. Charlamos de la primera vez, miramos fotos en nuestra notebook y en la de él. Nos iba mostrando las fotos una a una, explicando, pero una de las fotos pasó muy rápido. Fue un destello en la pantalla, aunque pudimos ver que era la de un soldado inglés con un fusil entre sus manos. Nadie dijo nada.
-Vamos a sacarnos una foto-
-Dame, dejá que la saco yo-
Levanté la cámara, cerré el ojo izquierdo, miré a través del visor que se interpuso entre su figura y el ojo que no pestañaba. Apoyé el índice sobre el disparador, sin respirar, lentamente, comencé a presionar, y -¡Click!- disparé.